lunes, 20 de junio de 2011

Cine surrealista, El retorno a la razon, Man Ray


Retorno a la razón es una película que rodó Man Ray que no llega a los tres minutos de duración y cuyo irónico título hace referencia a las sombras que componen las imágenes, es un decir, del film. La hizo en 1923, cuando Lenin tenía ya un pie en la tumba, y, en América, la tierra de Ray, se encendían las luces de los años locos, cuando los inspiradores del gran Gatsby brillaban en sus fiestas de Long Island. Retorno a la razón trae a la memoria la película The Great Gatsby, del irlandés Herbert Brenon, rodada en 1926, sobre la novela de Scott Fitzgerald del mismo título, filme del que nada sabemos porque apenas se ha conservado un minuto del metraje: sombras, como en el celuloide de Man Ray. Parece un guiño de la historia: en ese año, Ray aún era un tipo joven, de poco más de treinta años, y podía haber asistido perfectamente a esas veladas de alcohol, sexo y cocaína que Scott Fitzgerald refleja en su novela, aunque, en 1926, hacía cinco años que había abandonado Nueva York por París, después de publicar el único número de la revista New York Dada. En 1923, en el estreno del filme de Ray en un teatro de París, Aragon, Breton, Éluard, Péret, organizaron un escándalo para reventar la sesión, acción propia de las inclinaciones provocadoras que acompañaron a las vanguardias y a los jóvenes, y no tan jóvenes, que, a veces a ciegas, buscaban nuevos caminos para el arte y la vida. Esa película, Retorno a la razón, podía verse, es otro decir, en la exposición que, no hace mucho, organizaron la Tate Modern de Londres y el MNAC barcelonés, dedicada a quienes califican de artistas provocadores del siglo XX: Duchamp, Picabia y Man Ray, exponentes de una corriente vital que impugnaba la tradicional concepción histórica de lo que era una obra artística y que entraron en la vida adulta cuando el impresionismo aún dominaba el panorama artístico europeo.

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